Translate

Saturday, March 16, 2013

Contigo pan y cebolla.

Contigo pan y cebolla, la inconformidad como costumbre
Yo siempre digo que los cubanos somos un pueblo castigado, porque, según El Viejo Testamento, los judíos perdieron la tierra prometida por dudar de la palabra de Dios y mirar hacia atrás, por lo que estuvieron 40 años vagando por el desierto, pero nosotros los cubanos teníamos la tierra prometida, el paraíso, antes de 1959, y lo perdimos hace ya 54 años.
 
 Si para algo sirve reponer obras de teatro escritas en Cuba, en los tempranos sesentas, sobre la Cuba de antes de 1959, como Contigo pan y cebolla (1964)que es el caso que me ocupa ahoray El premio flaco (1966)ambas de Héctor Quintero–, es que el espectador cubano de hoy, cuando las está viendo, piensa en todo momento: “Y eso que ustedes no saben que lo que viene va a ser mucho peor”, excepto en Santa Camila de La Habana Vieja, escrita y estrenada por José Ramón Brene en1962 que por cierto debería ser montada en Miami también tal cual–, la que, al ser repuesta en 1992, en el Teatro Mella de La Habana, provocó aplausos atronadores del público cuando Camila, ante las loas a la Revolución de una vecina, le responde: “Sí, escobita nueva barre bien; deja que tú veas el hambre y la miseria que vendrán después”. 
 
Contigo pan y cebolla, repuesta ahora tan dignamente por Akuara Teatro bajo la dirección de Alberto Sarraín, es el mejor ejemplo de esa “inconformidad como costumbre” que caracterizó a la vida cubana de antes de 1959, por lo que el teatro que tan bien la refleja debiera ser llamado “teatro costumbrista de la inconformidad”, en vez de costumbrista a secas.
 
Me pregunto si no hubiera sido mejor adaptar la obra a las circunstancias “post-libreta de desabastecimiento”, para ver a Lala, a Anselmo y a Fefa quejarse de verdad cuando se les acabara la cuota de arroz y de huevos, y sin leche, porque ya todos pasaron de los siete años, y con el café mezclado con chícharo, sin hablar del C.D.R. vigilándolos y otras “minucias” revolucionarias, ¡ah!, eso sí, el entierro de Fefa les hubiera salido gratis, pero con la caja de plywood forrada con fieltro negro y las coronas bien caras.

Al menos en esa época se podía comprar un refrigerador nuevo y de calidad por solo 10 pesos mensuales, y poner teléfono en la casa, y con los $110 del salario de Anselmo pagar todos los cursos de la hija y la escuela de arte del hijo sin que nadie más trabajara en la casa, salario que tampoco aumentó después del Holocastro, así que con la botella de aceite a $120 al inicio del período especial no sé que se hubieran hecho; ya sería otra obra de teatro mucho más “liberal”.
 
En todo momento Lala se queja de todo, y paradójicamente, cuando de verdad todo sí fue ya motivo de queja, los cubanos dejaron de ser tan inconformes, y marcharon, marcharon y hasta se tuvieron que marchar, comieron menos y peor, y la compra del refrigerador fue solo por méritos laborales, en feroz competencia con sus compañeros de trabajo.
 
Claro que ni el colectivo de actores de Akuara ni Alberto Sarraín, el director de la puesta, tienen la culpa como artistas, de este karma cubano, y han logrado que la obra reviva en Miami, recreando fielmente esa atmósfera de la vida cubana predebacle que envuelve y signa a los protagonistas, sobre todo gracias a los excelentes diseños de escenografía y vestuario de Luis Suárez que “arropan” tan bien la puesta.
 
La Lala de Yvonne López Arenal es tan fresca y creíble que tal parece que se trasladó en el tiempo; “vive” el personaje del ama de casa cubana preholocastro como si ella misma lo fuera de verdad; Micheline Calbert “es”, sin la menor duda, Fefa, con el tono, la intención, la comicidad y el drama sazonados en su “punto” exacto; toda una lección magistral de actuación en una obra costumbrista como esta, sin excesos ni vulgaridades.
 
Carlos Alberto Pérez, como Anselmo Prieto, también se apropia del personaje y lo “vive” a la par de Lala-Yvonne, logrando su punto culminante a mi juicio en la escena de su alegre borrachera, cuando canta y baila, como buen cubano, para “celebrar” que no le dieron el esperado aumento.
 
Las dos intervenciones de Fermina, interpretada por Mabel Roch en actuación especial, tuvieron tal grado de verosimilitud  que no parecía teatro, sino más bien un reality show de los de ahora. Mabel matizó a la perfección su personaje de mujer ya madura pero bien conservada que anhela un compañero aunque sea casado, pero que le canta las cuarenta a quien sea si la sacan de quicio. 
 
Los hijos de la pareja fueron interpretados también de modo fresco y convincente por Liset Jiménez y Andy Barbosa, y Yoelvis Batista y José Quesada, los cobradores del refrigerador y de las fotos respectivamente,  cumplieron con sus fugaces papeles, sobre todo Yoelvis, al que le tocó ser “el malo de la película”.
 
Sirva pues esta exitosa reposición para que los cubanos reflexionemos sobre nuestra idiosincrasia, y en el exilio miamense valoremos más lo que tenemos aquí, porque la abundancia es una bendición, y el quejoso e inconforme “aquí nunca pasa” de Lala ya sabemos lo que nos trajo, así que esos que te responden, cuando les preguntan “¿cómo están?”: “Aquí, en la misma m…”, que lo piensen dos veces, porque a las Lalas y a los Ansemos reales vaya que sí les pasó, y demasiado.
 
                                              Baltasar Santiago Martín
                                  Fundación APOGEO para el arte público
                                           Miami, 30 de marzo del 2013       

Thursday, March 14, 2013

Contigo, pan y cebolla Celebración de la cubanía


Elenco de 'Contigo, pan y cebolla' Micheline Calvert (izq), Carlos Alberto Pérez, Yvonne López Arenal, Liset Jiménez y Andy Barbosa.

Foto: José A. Iglesias / El Nuevo Herald

Contigo, pan y cebolla 
Celebración de la cubanía

Habey Hechavarría Prado
Especial/El Nuevo Herald

La representación de Contigo, pan y cebolla, texto emblemático de la dramaturgia insular, que presentan Akuara Teatro, La Má Teodora y el Archivo Digital de Teatro Cubano de la Universidad de Miami, ofrece al público de la ciudad una agradable e íntima celebración de la cubanía.

La pieza costumbrista escrita por Héctor Quintero, ahora bajo la dirección de Alberto Sarraín, conserva su proyección cómica y vernácula en un montaje que respeta la estructura original de tres actos. De este modo, incorpora breves entreactos propiciando el descanso, la socialización y el acompañamiento reflexivo. Excelente decisión para una obra centrada en un tema medular del teatro cubano: la familia como metáfora de la sociedad.

La historia se ubica en Cuba, durante la segunda mitad de la década del 1950, y narra casi tres años y medio del enfrentamiento de una familia con sus dificultades materiales. Los esfuerzos de Lala y de su esposo Anselmo junto a sus hijos, Lalita y Anselmito, y a Fefa, hermana de Anselmo, tejen un argumento con numerosos atractivos, entre los que destacan las maniobras de Lala para simular cierto nivel económico y vivir por encima de las posibilidades que permite el ínfimo salario de Anselmo. A pesar de los esfuerzos familiares, una burlona fatalidad gobierna los sucesos y provoca situaciones que el director de la obra transforma en contrastes de aliento tragicómico, o agridulce, semejantes a los sabores y sinsabores de la existencia.

Desde el punto de vista escénico, la veneración del texto original jerarquizó dos lenguajes artísticos: el diseño escenográfico y las actuaciones.

El primero sugiere la época, apoyado por la iluminación y el vestuario, a través de la típica sala de una ecléctica casa habanera con paredes despintadas y húmedas, fotos vetustas, un mobiliario gastado y adornos raídos. Contrasta el uso anacrónico de un refrigerador que más bien recuerda los que todavía abundan en Cuba. Nos conmueve la imagen de una pobreza que no solo es humildad “de antes” sino estampa de la vida actual en amplios sectores del pueblo cubano.

Las actuaciones consiguen diferentes niveles de eficacia que, en especial, equilibran las interpretaciones femeninas. Micheline Calvert (Fefa) trabaja con sutileza y mesura un personaje secundario pero determinante por su incidencia dramática y comicidad. Yvonne López Arenal (Lala), actriz y directora general de Akuara Teatro, despliega con inteligencia la caracterización de una madre sacrificada con la cual consigue emocionarnos. Y Mabel Roch (Fermina, la vecina impertinente) acentúa el tono humorístico a partir de una interpretación que incursiona en la parodia con aliento farsesco.

El director incluye momentos musicales que conectan realidad e irrealidad mediante elementos de matriz melodramática. El bolero y las radionovelas, la literatura de Corín Tellado o los sueños empresariales de Anselmo cuando intenta vender sus “Durofríos Prieto” son signos de una lucha contra circunstancias e hilos que forman un destino adverso. Pero algo esencialmente cubano supera el infortunio. La familia decidió sobrevivir, permanecer y sonreír ante las dificultades, donde la esperanza y el amor serán las únicas certezas mientras no controlen las cuerdas de la historia. Y aunque parezca terrible, no lo es tanto gracias al vencimiento de una alegría profunda, la apertura hacia lo nuevo, la celebración de la vida. • 

Contigo, pan y cebolla todos los viernes, sábados y domingos en el teatro Akuara situado en el 4599 SW 75 Ave. Viernes y sábados a las 8:30 de la noche y domingos a las 5:00 de la tarde. Las entradas pueden reservarse en el teléfono 786 853-1283.

Wednesday, March 13, 2013

Laughing through hard times in Cuba



Fotos: Ulises Regueiro

Laughing through hard times in Cuba


Like many people today, the middle-aged characters of the Cuban play, Contigo, pan y cebolla, must confront the reality of increasing necessities and shrinking salaries.


Written in 1962 by Cuban playwright Héctor Quintero, the play occurs before the Cuban Revolution. The phrase Contigo, pan y cebolla is the equivalent of the English, “Together, through thick and thin,” and it explores the toll that economic scarcity takes on the hopes and aspirations of ordinary people. The comedy, presented at Akuara Teatro, in Spanish with English supertitles, is a co-production with Teatro La Má Teodora and the University of Miami’s Cuban Theater Digital Archive.


Luis Suárez’s superb set design plunges the viewer into a typical Cuban living room, decked out with religious iconography and kitsch. A lace doily decorates the back of a rocking chair. Family photos and representations of Cuba’s patron saint, Our Lady of Charity, and Jesus clutter the walls.


Carlos Alberto Pérez and Yvonne López Arenal are a riot as the cantankerous couple, Anselmo and Lala. Like two geysers that erupt intermittently, their comedic timing is spot on. The play centers on Lala’s desire to own a refrigerator — the family still relies on blocks of ice. López Arenal is hilarious as Lala, whose obsession borders on the absurd. As Anselmo’s much-awaited pay raise never materializes, Lala schemes to get the refrigerator, but when she has to return it, she becomes desperate to keep up appearances.


When neighbor Fermina (hilariously portrayed by Mabel Roch) offers to take carry out her trash, Lala refuses out of fear Fermina will realize the family can only scrounge up watery soup and fried eggs for dinner.


Anselmo and Lala’s more laid-back adolescent children, played by Liset Jiménez and Andy Barbosa, temper their parents’ high-pitched histrionics, and Micheline Calvert is a stand-out as Fefa, Anselmo’s elderly relative who lives with the family. Fefa has little dialogue, but Calvert’s face speaks volumes. From one instant to the next, she can project indignation, cunning, annoyance and humor.


Director Alberto Sarraín has preserved the play’s original three-act structure with two small intermissions. In a time of diminishing attention spans this may seem risky, but it works. The space’s cozy feel and the brief intermissions give audience members the chance to chat between acts.


Although Contigo is steeped in Cuban colloquialisms, jokes, and profanity, the genuine characters and their hilarious way of dealing with life’s hard knocks make it very entertaining.


BY MIA LEONIN
Special to The Miami Herald

Performing Arts
Posted on Wednesday, 03.13.13


If you go
What: ‘Contigo, pan y cebolla’ by Héctor Quintero
Where: Akuara Teatro, 4599 SW 75th Ave., Miami
When: 8:30 p.m. Friday-Saturday, 5 p.m. Sunday, through April 28
Cost: $20 ($15 students and seniors)
In fo: 786-853-1283, akuarateatro.blogspot.com

Tuesday, March 5, 2013

“Contigo, pan y cebolla” en Miami.


Fotos Ulises Regueiro.


Fotos Julio de la Nuez

“Contigo, pan y cebolla” en Miami.
Por Max Barbosa – www.TeatroenMiami.com

Contigo,  pan y cebolla, texto del dramaturgo cubano Héctor Quintero (1942-2011), dirigido por Alberto Sarraín, se presenta en Akura Teatro. El elenco lo integran: Fefa (Micheline Calvert), Lala (Yvonne López Arenal), Lalita ( Liset Jiménez), Anselmo (Carlos Alberto Pérez), Anselmito (Andy Barbosa), Fermina (Mabel Roch), Pepe Pardo (Yoelvis Batista) y Alfredo (José Quesada).

Héctor escribió la obra en el 1962, obteniendo mención en el Premio Casa de Las Américas con sólo veinte años de edad. Teatro Estudio la llevará a escena en 1964. Desde entonces, sus montajes han sido numerosos en Cuba. En Miami acontece por primera vez gracias a Akuara Teatro, La Má Teodora, también entidad teatral, y al Archivo Digital de Teatro Cuba perteneciente a la Universidad de Miami. Por este esfuerzo conoceremos las tribulaciones que aquejan a Lala Fundora para lograr el bienestar de su familia en un contexto falso en cuanto apariencias sociales pero el salario de Anselmo es insuficiente. Ni Lalita, Anselmito o Fefa escaparán a esta realidad, ni el refigerador que tanto añora Lala. Sin embargo, estamos en presencia de una comedia dramática, característica que le imprime al humor el protagonismo para meditar.  La acción se desarrolla antes de 1959.

Alberto Sarraín conservó los tres actos originales a modo de preservar los valores dramatúrgicos; de ahí la calidad de su puesta en escena en sentido general. Los personajes cuentan con la posibilidad de mostrar sus diversas facetas. En este sentido se hace evidente la experiencia de Yvonne, Michele y Mabel con respecto al resto del elenco que cumple con los roles asignados adecuadamente. La borrachera de Anselmo, por ejemplo, no es esquemática porque el actor sólo la sugiere. Quizás esta sugerencia sea vital para lograr la alegría colectiva que se forma en la familia cuando los Anselmos cantan a duo La Mora, rememorando un estilo vocal del momento para festejar el supuesto aumento salarial del padre.

Uno de los mejores instantes es la muerte de Fefa por la energía que proyectan los personajes, energía que permanece durante la foto fija que finaliza el tercer acto. Hay que destacar la actuación de Yvonne porque el conflicto parte de Lala hacia los demás; si ellos no le creen, es imposible la fluidez que logran cuando se relacionan. Laborioso debió ser el montaje, sin dudas.

Mención aparte merecen la escenografía y decoración de Luis Suárez por lograr, parafraseando a Carpentier cuando se refirió a la arquitectura del Vedado,  el “estilo de lo sin estilo” propio de los interiores hogareños cubanos. Luis diseñó, además, el vestuario. Vital en el personaje de Lalita, Fermina o Pepe Pardo cuyo logotipo de General Electric incrustado en su camisa lo define. La banda sonora y el diseño de luces son creación de Mario García Joya;  joyas los dos. El hecho de que cada acto comience en penumbras puede considerarse premonitorio.

     Sí: Contigo, pan y cebolla es un don de acierto en Miami.

Contigo, pan y cebolla todos los viernes, sábados y domingos en el teatro Akuara situado en el 4599 SW 75 Ave. Viernes y sábados a las 8:30 pm de la noche y domingos a las 5:00 pm de la tarde. Las entradas pueden reservarse en el teléfono 786 853-1283.