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Wednesday, December 11, 2013
Huevos, buen retrato del caos y la beligerancia
Huevos, buen retrato del caos y la beligerancia
Mayra Marrero
Especial/El Nuevo Herald
Casi ya a las puertas de las fiestas de fin de año Akuara Teatro, La Ma Teodora y el Archivo de Teatro Cubano de la Universidad de Miami estrenan Huevos, una obra que incita a la reflexión y a la revisión de la memoria histórica. La pieza escrita por Ulises Rodríguez Febles sube por vez primera a las tablas de Miami.
Los cubanos han llegado a la Florida por innumerables vías, pero una de las más intensas y determinantes fue el éxodo del Mariel. Para algunos es solo un pasaje anecdótico, para muchos una traumatica historia vivida. Huevos se aproxima a los hechos acaecidos en 1980 a través de una familia y sus vecinos. El dramaturgo escoge un relato usando la mirada retrospectiva por el sendero de los recuerdos de uno de sus protagonistas, Oscarito, que después de 13 años de vivir en Estados Unidos decide visitar a Cuba, el lugar del cual salió rociado de huevos e insultos.
A consecuencia de la precariedad económica, los huevos se convirtieron en un alimento recurrente en la mesa cubana. El racionamiento de los alimentos le confirieron una alta y no circunstancial categoría culinaria al huevo. A la vez la frase “tener huevos” se entiende como sinónimo de coraje y valentía. Sin embargo, en los sucesos ocurridos en la isla tras la ocupación de la embajada del Perú fueron usados como elementos arrojadizos para agredir a quienes optaron por abandonar el país.
La obra no pretende ser un ajuste de cuentas. El autor expone a cada uno de sus personajes sin juzgarlos y los matiza en diferentes tonos. Nadie es absolutamente coherente o totalmente bueno. Rodríguez Febles nos hace rememorar el momento de beligerancia y caos social con aquellos ensordecedores altoparlantes de incendiarias consignas, el incesante maltrato físico y verbal al que fueron sometidos miles de cubanos por querer buscar otro futuro y por la necesidad y el derecho del ser humano de pensar y actuar diferente.
La puesta en escena de Alberto Sarraín, que retrata el deterioro físico y moral de un barrio donde la palabra “escoria” se comienza a usar para denostar a quienes disentían del gobierno, potencia un vehículo imaginativo creíble que se apoya en la alternancia de imágenes cinematográficas de archivo y otras creadas para la obra.
El equipo técnico y creativo apoya al director en su tesis escénica. Tal es el caso del diseño de escenografía de Alaín Ortiz, la videografía de Daniel Correa, el diseño de luces de Mario García-Joya y la dirección de arte y vestuario de Luis Suárez.
Varias generaciones de actores defienden la pieza con entusiasmo y profesionalismo. Enrique Moreno y Liset Jiménez recorren la obra con frescura y sinceridad en sus papeles de Oscarito y Margarita, dos niños que fueron utilizados en diferentes maneras.
Por su parte, Micheline Calvert se desdobla en la abuela, que quiere y se distancia, haciéndola creíble con su desempeño actoral. Carlos Alberto Pérez como Eugenio es el personaje gris, repleto de envidia y contradicciones que el actor logra representar con esmero.
Las breves apariciones de José Antonio Orta, Marcia Arencibia, Yvonne López Arenal, Miriam Bermúdez y Christian Ocón apoyan y revitalizan sus personajes con buen oficio teatral, más allá de las complejidades y el componente emocional que la historia mueve.
“Los cubanos nos pasamos la vida entre encuentros y despedidas”, dice uno de los personajes de la obra, y la historia también nos describe como un pueblo educado para y por la política, y al mismo tiempo debatiéndose entre el cariño, las relaciones y lo que es políticamente correcto.
Huevos es una obra que viene a tratar de suplir la carencia de textos dramáticos sobre un hecho vergozoso en la historia cubana y con esta puesta Sarraín compulsa el análisis ético individual y social de un momento de gran antagonismo. •
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