FOTO: Ángela García. Miriam Bermúdez e Yvonne López Arenal.
Eva y Simone. La noche boca arriba
Por Luis de la Paz Diario Las Américas
No hay mejor lugar para un magnífico encuentro que “el otro lado”. Allí todo es posible y alcanzable. El inquietante espacio es el ideal para desempolvar el pasado y mirar con pasión y desenfado, para criticar sin temor y reflexionar con ecuanimidad sobre cualquier tema. En ese “más allá” convergen Eva Fréjaville y Simone de Beauvoir gracias a las gestiones de la dramaturga y actriz Yvonne López Arenal, que ha puesto su imaginación para, como una suerte de médium, servir de enlace entre las dos mujeres del siglo XX, que llegaron a Cuba acompañadas de conocidos intelectuales. Eva, en 1939 junto a Alejo Carpentier y Simone, obnubilada por la revolución castrista, de la mano del filósofo Jean Paul Sartre, en 1960.
Como López Arenal estructura su pieza sobre la base de una serie de eventos históricos, el margen de maniobra le es muy favorable, lo que le permite recrear (crea) un juego de palabras y situaciones entre las dos mujeres y el panorama intelectual y político que les rodeó durante sus vidas.
A manera de resumen (histórico), la Eva, sensual y provocadora, abandona al afrancesado Carpentier para coquetear con el pintor Carlos Enríquez, quien en su estudio, El Hurón Azul, la pinta desnuda, incluso en la puerta del baño de la casa. Así que la Fréjaville, sucumbe ante el trópico y sus gentes. Por su parte, Simone, no menos libertina que su compatriota, no deja a Sartre en La Habana por otro hombre, pero sí queda atrapada por el seductor macho caribeño, que representa Fidel Castro, y en gran medida también el Che. ¿Entonces, qué une a estas dos mujeres, qué motiva a López Arenal a convocarlas? Pues pienso que Cuba y un pase de cuentas con la historia.
En medio de estos hombres y mujeres, un ser singular, Virgilio Piñera, como eje imaginario, tan imaginario como su Diálogo imaginario con Sartre, publicado en el semanario Lunes de Revolución, tras la visita del matrimonio francés y que es el motor que impulsa a López Arenal a hurgar en las vivencias de Eva y Simone. Lo que se dicen estas dos mujeres, lo que se reclaman, es todo un rejuego femenino, con trazos políticos e históricos que teatralmente funciona muy armónicamente, aunque demanda de un público más que atento. Es ventajoso ser cubano y definitivamente culto; de lo contrario, muchas sutilezas pueden escaparse. Por suerte el programa de mano acoge un concienzudo texto de Rosa Ileana Boudet, con la suficiente información para que el espectador no se pierda y pueda entender los intersticios de la trama.
La puesta de Akuara Teatro y Teatro en Miami Studio, es acogedora, predominando una atmósfera de sutil misterio, donde reina el negro, hasta en el vestuario, sólo los zapatos rojos refrescan el sobrecogedor ambiente. Las actrices, Yvonne López Arenal como Eva y Miriam Bermúdez como Simone, se desplazan con sensualidad por los tres niveles del escenario, diseñado por Eduardo Arocha, en el que los espejos, símbolos de vida y muerte, de reflejos y miradas encontradas, es uno de los aciertos de la propuesta.
La proyección en una pantalla de los personajes que habitan en la obra también es otro acierto. Aunque requiere que el espectador los identifique, sirve al menos de guía del mundo que reflejará la puesta. Entre copas, desplazamientos por un escenario medio en penumbras, van apareciendo los fantasmas de las mujeres, que se enfrentan a sí mismas. En cierto momento uno de los personajes expresa: “Estamos aquí por Jean Paul y Virgilio”.
La noche de Eva es un fascinante tour de force entre estas dos espléndidas actrices. Un tenso discurso por las inquietantes aguas de la memoria. Una batalla, perdida de antemano, que transcurre entre los entretelones de la muerte, donde la noche se articula en espasmos violentos, hasta quedar como en el cuento de Julio Cortázar, exhausta, boca arriba. Sin duda una obra inquietante, como el mundo oscuro al que nos traslada.
Por Luis de la Paz Diario Las Américas
No hay mejor lugar para un magnífico encuentro que “el otro lado”. Allí todo es posible y alcanzable. El inquietante espacio es el ideal para desempolvar el pasado y mirar con pasión y desenfado, para criticar sin temor y reflexionar con ecuanimidad sobre cualquier tema. En ese “más allá” convergen Eva Fréjaville y Simone de Beauvoir gracias a las gestiones de la dramaturga y actriz Yvonne López Arenal, que ha puesto su imaginación para, como una suerte de médium, servir de enlace entre las dos mujeres del siglo XX, que llegaron a Cuba acompañadas de conocidos intelectuales. Eva, en 1939 junto a Alejo Carpentier y Simone, obnubilada por la revolución castrista, de la mano del filósofo Jean Paul Sartre, en 1960.
Como López Arenal estructura su pieza sobre la base de una serie de eventos históricos, el margen de maniobra le es muy favorable, lo que le permite recrear (crea) un juego de palabras y situaciones entre las dos mujeres y el panorama intelectual y político que les rodeó durante sus vidas.
A manera de resumen (histórico), la Eva, sensual y provocadora, abandona al afrancesado Carpentier para coquetear con el pintor Carlos Enríquez, quien en su estudio, El Hurón Azul, la pinta desnuda, incluso en la puerta del baño de la casa. Así que la Fréjaville, sucumbe ante el trópico y sus gentes. Por su parte, Simone, no menos libertina que su compatriota, no deja a Sartre en La Habana por otro hombre, pero sí queda atrapada por el seductor macho caribeño, que representa Fidel Castro, y en gran medida también el Che. ¿Entonces, qué une a estas dos mujeres, qué motiva a López Arenal a convocarlas? Pues pienso que Cuba y un pase de cuentas con la historia.
En medio de estos hombres y mujeres, un ser singular, Virgilio Piñera, como eje imaginario, tan imaginario como su Diálogo imaginario con Sartre, publicado en el semanario Lunes de Revolución, tras la visita del matrimonio francés y que es el motor que impulsa a López Arenal a hurgar en las vivencias de Eva y Simone. Lo que se dicen estas dos mujeres, lo que se reclaman, es todo un rejuego femenino, con trazos políticos e históricos que teatralmente funciona muy armónicamente, aunque demanda de un público más que atento. Es ventajoso ser cubano y definitivamente culto; de lo contrario, muchas sutilezas pueden escaparse. Por suerte el programa de mano acoge un concienzudo texto de Rosa Ileana Boudet, con la suficiente información para que el espectador no se pierda y pueda entender los intersticios de la trama.
La puesta de Akuara Teatro y Teatro en Miami Studio, es acogedora, predominando una atmósfera de sutil misterio, donde reina el negro, hasta en el vestuario, sólo los zapatos rojos refrescan el sobrecogedor ambiente. Las actrices, Yvonne López Arenal como Eva y Miriam Bermúdez como Simone, se desplazan con sensualidad por los tres niveles del escenario, diseñado por Eduardo Arocha, en el que los espejos, símbolos de vida y muerte, de reflejos y miradas encontradas, es uno de los aciertos de la propuesta.
La proyección en una pantalla de los personajes que habitan en la obra también es otro acierto. Aunque requiere que el espectador los identifique, sirve al menos de guía del mundo que reflejará la puesta. Entre copas, desplazamientos por un escenario medio en penumbras, van apareciendo los fantasmas de las mujeres, que se enfrentan a sí mismas. En cierto momento uno de los personajes expresa: “Estamos aquí por Jean Paul y Virgilio”.
La noche de Eva es un fascinante tour de force entre estas dos espléndidas actrices. Un tenso discurso por las inquietantes aguas de la memoria. Una batalla, perdida de antemano, que transcurre entre los entretelones de la muerte, donde la noche se articula en espasmos violentos, hasta quedar como en el cuento de Julio Cortázar, exhausta, boca arriba. Sin duda una obra inquietante, como el mundo oscuro al que nos traslada.